Londres, verano de 1964. La explosión de corrientes musicales alternativas en Inglaterra no tenía marcha atrás y miles de bandas llenaban los principales pubs británicos con música novedosa, atrapante y contracultura de cierta manera. Poco a poco varios elementos distintivos del rock fueron apareciendo, y uno de los más memorables es culpa de Pete Townshend.
Teniendo apenas 19 años era guitarrista de The High Numbers, banda que pronto cambiaría su nombre a The Who para luego ser aclamada mundialmente. Se presentaban en el norte de la ciudad y debido al contraste que generaba el poco espacio de la tarima y la considerable estatura de Pete, este golpeó su guitarra contra el techo sin querer al final de una canción con mucha descarga rockera. Al ver que el daño de la guitarra era irreparable, Pete decidió destruirla contra un amplificador.
Ese gesto no premeditado y visiblemente desafiante sorprendió a todos los espectadores, quienes regaron la voz causando que decenas quedaran afuera del local debido al lleno que causó la expectativa a que Townshend repitiera el acto. Decidió no hacerlo; pero el baterista Keith Moon si que sació las ansias del público desmembrando su instrumento.
Desde ahí el estrago de guitarras, baterías y bajos se volvió en una de las tantas escenas usuales de un concierto de The Who, que sin quererlo fue la banda pionera en combinar desastre con emotividad. Tal y como el mismo guitarrista comentara en una entrevista con la Rolling Stone: “La Destrucción es Arte si se Combina con Música”